Publicado originalmente 30 de septiembre 2012, en El Espectador.com Opinión
Por: Prof. Víctor M. Tafur*
Colombia quiere explotar los recursos no convencionales de hidrocarburos, pero claramente no estamos listos para enfrentar sus impactos.
Se trata de explotar el petróleo y gas que se encuentran en condiciones que dificultan su aprovechamiento, bien por estar atrapados en rocas metamórficas a kilómetros de profundidad o por tratarse de petróleos de alta viscosidad. Incluye los llamados petróleo y gas “de esquisto”. Para su explotación se ha desarrollado una técnica denominada fracturamiento hidráulico —fracking—, que consiste en perforar verticalmente y luego hacerlo horizontalmente e inyectar a presión una mezcla de agua, arena y un coctel de químicos para fracturar la roca y liberar el petróleo y gas, y luego traerlo a la superficie.
El proceso requiere más de cinco millones de galones para cada operación y se realizan varias de ellas en cada perforación. Parte de la mezcla, que incluye elementos tóxicos, regresa a la superficie y debe ser descontaminada. También genera emisiones atmosféricas, además de otros impactos ambientales y posibilidades de sismos. El sistema es ya utilizado en los Estados Unidos y en otros países e incluso ha sido prohibido en algunos, como Francia.
En los Estados Unidos está bien documentado el severo impacto social y ambiental del fracking y es ampliamente reconocido que tanto la regulación ambiental como la capacidad de gestión de las autoridades ambientales no eran aptas para la explotación adecuada de estos recursos. La Agencia Federal Ambiental (EPA) y las agencias estatales están buscando la manera de reparar lo dañado y mejorar los mecanismos de regulación. En el Estado de Nueva York la decisión sobre su autorización espera que se complete el estudio ambiental y de salud, y se culmine un proceso participativo para determinar la forma segura de hacerlo, así como las áreas donde será prohibido.
En Colombia ya se adelantan varios de estos proyectos, principalmente en los departamentos de Boyacá, Cundinamarca, Cesar, La Guajira y en los Santanderes. Recientemente se otorgó licencia ambiental para un proyecto en Buenavista, Boyacá. Este municipio, cuya base de la economía es la agricultura (reconocido por sus cultivos de granadilla, gulupa y mora) y la ganadería, se declara orgulloso de poseer “clara vocación agropecuaria, suelos fértiles, gran potencial hídrico y riquezas representadas en recursos naturales renovables y del medio ambiente”. Además, dice ser “potencia ecoturística del occidente de Boyacá.” ¿Será tanta riqueza, tradición y anhelo compatible con los impactos del fracturamiento hidráulico? Sin haber logrado contener y remediar adecuadamente los impactos de la explotación de petróleo, carbón y otros minerales, ¿estaremos listos para estas nuevas explotaciones en zonas con vocación claramente agrícola y ganadera o donde se encuentran recursos hídricos vitales?
Lo más preocupante es que en noviembre se van a adjudicar nuevas áreas del territorio a compañías nacionales y extranjeras, en la “Ronda Colombia 2012”, buscando una bonanza de hidrocarburos no convencionales en el país. Otra vez, vamos a ensillar antes de traer las bestias. Antes de embarcarnos en esta nueva línea de la locomotora minera, debe hacerse un trabajo muy serio y transparente para identificar los problemas y las posibles soluciones, así como informar a las comunidades y prepararlas para enfrentar los posibles riesgos. Como sigamos montados en la locomotora sin hacer bien las cosas vamos a continuar generando conflictos sociales y ambientales por todo el país, y que nadie se pregunte ¿por qué no se consiguen las granadillas y las gulupas?, y, ¿por qué es tan complicado lograr la paz?
*Víctor Tafur, abogado y profesor de Derecho Ambiental en Bard College, Centro de Política Ambiental, Nueva York.